23 enero 2012

Algo para meditar.

La verdad es que siempre puedo vivir sin el otro, siempre, y hay dos personas que deberían saberlo:
yo mismo y el otro.
Me parece horrible que alguien piense que yo no puedo vivir sin él y crea que si decide irse me muero... Me aterra la idea de convivir con alguien que crea que soy imprescindible en su vida.

Estos pensamientos son siempre de una manipulación y una exigencia siniestras.

El amor siempre es positivo y maravilloso, nunca es negativo, pero puede ser la excusa que yo utilizo para volverme adicto.
Por eso suelo decir que el codependiente no ama; él necesita, él reclama, él depende, pero no ama.
Sería bueno empezar a deshacernos de nuestras adicciones a las personas, abandonar estos espacios de dependencia y ayudar al otro a que supere los propios.
Me encantaría que la gente que yo quiero me quiera; pero si esa gente no me quiere, me encantaría que me lo diga y se vaya (o que no me lo diga pero que se vaya). Porque no quiero estar al lado de quien no quiere estar conmigo...
Claro, a todos nos gustaría evitar la odiosa frustración de no ser queridos. A veces, para lograrlo, nos volvemos neuróticamente manipuladores: Manejo la situación para poder engañarme y creer que me seguís queriendo, que seguís siendo mi punto de apoyo, mi bastón.
Y empiezo a descender. Me voy metiendo en un pozo cada vez más oscuro buscando la iluminación del encuentro.

El primer peldaño es intentar transformarme en una necesidad para vos.

Me vuelvo tu proveedor selectivo: te doy todo lo que quieras, trato de complacerte, me pongo a tu disposición para cualquier cosa que necesites, intento que dependas de mí. Trato de generar una relación adictiva, reemplazo mi deseo de ser querido por el de ser necesitado. Porque ser necesitado se parece tanto a veces a ser querido... Si me necesitás, me llamás, me pedís, me delegás tus cosas y hasta puedo creer que me estás queriendo.
Pero a veces, a pesar de todo lo que hago para que me necesites,
vos no parecés necesitarme. ¿Qué hago? Bajo un escalón más.

Intento que me tengas lástima...

Porque la lástima también se parece un poco a ser querido...

Así, si me hago la víctima (Yo que te quiero tanto... y vos que no me querés...), quizás...
Este camino se transita demasiado frecuentemente. De hecho, de alguna manera todos hemos pasado por este jueguito. Quizá no tan insistentemente como para dar lástima, pero quién no dijo:

“¡Cómo me hacés esto a mí!”
“Yo no esperaba esto de vos, estoy tan defraudado... estoy tan dolorido...”
“No me importa si vos no me querés... yo te quiero”.

Pero la bajada continúa...

¿Y si no consigo que te apiades de mí? ¿Qué hago? ¿Soporto tu indiferencia?...
¡Jamás!
Si llegué hasta aquí, por lo menos voy a tratar de conseguir que me odies.
A veces uno se saltea alguna etapa... baja dos escalones al mismo tiempo y salta de la búsqueda de volverse necesario directamente al odio, sin solución de continuidad. Porque, en verdad, lo que no soporta es la indiferencia.
Y sucede que uno se topa con gente mala, tan mala que...
¡Ni siquiera quiere odiarnos! Qué malas personas, ¿verdad?
Y yo que, entregado a lo peor de mí, quiero que por lo menos me odies, no lo consigo.

¿Y entonces?

Estoy casi en el fondo del pozo. ¿Qué hago?
Dado que dependo de vos y de tu mirada, haría cualquier cosa para no tener que soportar tu indiferencia. Y muchas veces bajo el último peldaño para poder tenerte pendiente:
Trato de que me tengas miedo.
Miedo de lo que puedo llegar a hacer o hacerme (fantaseando dejarte culpable y pensándome...) 
Podríamos imaginar a Glenn Close diciéndole a Michael Douglas en la película “Atracción fatal”:


—Si no pude conseguir sentirme querida ni necesitada, si te negaste a tenerme lástima y ocuparte de mí por piedad, si ni siquiera conseguí que me odies, ahora vas a tener que notar mi presencia, quieras o no, porque a partir de ahora voy a tratar de que me temas.

Cuando la búsqueda de tu mirada se transforma en dependencia, el amor se transforma en una lucha por el poder. Caemos en la tentación de ponernos al ser-vicio del otro, de manipular un poco su lástima, de darle bronca y hasta de amenazarlo con el abandono, con el maltrato o con nuestro propio sufrimiento.


Fragmento del libro:
¿Quién soy?
¿A dónde voy?
¿Con quién?


Jorge Bucay.

16 enero 2012

¿Qué es la autodependencia? (Jorge Bucay)

"Esto es la autodependencia. Saber que yo necesito de los otros, que no soy autosuficiente, pero que puedo llevar esta necesidad conmigo hasta encontrar lo que quiero, esa relación, esa contención, ese amor...
Y entonces, si esa persona tampoco tiene para mí lo que necesito, quizá pueda seguir buscando hasta encontrarlo. 
¿Donde sea? Si realmente lo necesito, donde sea. Si no es solamente un capricho, donde sea. Si no es un falso deseo dedicado a manejar el tiempo de esa persona, donde sea.
Autodepender significa establecer que no soy omnipotente, que me sé vulnerable y que estoy a cargo de mí.
Yo soy el director de esta orquesta, aunque no pueda tocar todos los instrumentos. Que no pueda tocar todos los instrumentos no quiere decir que ceda la batuta.
 
Yo soy el protagonista de mi propia vida. 
Pero atención: protagonista, no soy el único actor...
 
Si lo fuera mi película sería demasiado aburrida.
Soy el protagonista de mi propia vida, soy el director, soy aquel de quien dependen, en última instancia, todas mis cosas, pero sigo sin ser autosuficiente y, por lo tanto, no puedo estructurarme una vida independiente.

Puedo necesitar ayuda en algún momento. Puede ser que, para traspasar algunas puertas, necesite ayuda siempre; pero mientras sea yo quien tenga la llave, esté la puerta cerrada o abierta, nunca estaré encerrado.

El resultado irremediable de saber quién soy y de no depender de nadie es que yo no me responsabilizo, me hago cargo de mí, soy dueño para siempre de mi vida.

Autodependendencia es, para mí, un sinónimo de salud mental y podría definirse así:

- Sé que no me basto a mí mismo para algunas cosas, porque me reconozco carente y necesitado, pero a cargo de esas carencias y esas necesidades siempre estoy yo - ."
 
 
 Fragmento extríaido del libro:
 
Las tres preguntas:
¿Quién soy?
¿A dónde voy?
¿Con quién?
                 
                  Jorge Bucay.

11 enero 2012

06 enero 2012

03 enero 2012