Y al final como bien sabían ellos la vida era eso y la muerte ponía todo en su sitio,
limpiaba la casa y cerraba la puerta para decir esto has sido.
Y ante el miedo representamos un papel a veces a disgusto otras con la esperanza de recuperar algo que no sabíamos ni a que huele , cómo era cuando empezamos, ni qué nos impulsaba a seguir adelante ni por qué, ¿Dónde está lo que nos sujeta a ser felices? ¿Qué alegría pequeña viene a llenar los minutos de hoy?
Y nos quedamos esperando a la vida, como si la vida fuera otra cosa, sin saber que ese tiempo del futuro, no es mas que este, que este tiempo es lo único que tenemos, rebelde a los límites y las barreras, que somos nuestra piel y nuestro rostro con las huellas de los años repetidos, sin miedo a estrellarse, al error, siempre con subidas y bajadas, con buenos y dulces momentos, inundados de oportunidades de esperanza, descubriendo quien es cada uno en cada paso, dejándose sorprender por lo inesperado, sin dejarse asustar por el cambio, por la imprevisible vida que abre las ventanas como el viento y lo cambia todo, agarrados a lo único que tenemos, los minutos, las horas, los días, el proyecto de vivir, la posibilidad de cambiar y seguir caminando, agarrados a la vida con hambre de más, siempre. Y la muerte… la muerte… ese accidente es lo de menos.
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